Crónica tour a Ciudad Perdida
Había llegado el día en que iba a subir la sierra para conocer por fin la ciudad perdida. Ese día después de haber empacado lo que consideraba necesario, pues no quería llevar una mochila muy pesada. Alrededor de las 8:30 am pasaron a recogerme para iniciar el tour, en la Toyota que me recogieron ya había 5 pasajeros más que iban a vivir esta gran experiencia conmigo.
Nos llevaron a la oficina principal de la agencia de viajes, tras esperar un rato allí y terminar de reunir a todo el grupo salimos a abordar el transporte que nos llevaría por el camino destapado que se interna subiendo la sierra hasta un pueblito llamado "el mamey", aunque los lugareños lo llaman "machete pelao", el trayecto hasta este punto tardo 2 horas y media aproximadamente. En el pueblo hay varios restaurantes que a diario reciben a los visitantes que están enrutados hacia la ciudad perdida, tal como era nuestro caso. El carro se detuvo frente al restaurante, el guía nos dijo que íbamos a almorzar en ese lugar, una hora después comenzaríamos la caminata.
La cantidad del almuerzo fue bastante generosa, más tarde en medio del rigor del primer tramo de caminata entendí la razón por la que sirven así pues se necesita mucha energía para subir la montaña. Tras terminar de almorzar tuvimos un rato para reposar, durante este tiempo los demás aprovecharon para hacer los preparativos finales antes de la caminata.
Eran aproximadamente la 1.30 de la tarde, el sol estaba en su máximo esplendor cuando comenzamos a caminar. Muy pronto fue desapareciendo el pavimento y comenzó a aparecer la tierra, los árboles, se respiraba el olor a naturaleza. Llegamos a un punto en la salida del pueblo donde había un mapa del recorrido completo desde allí hasta la ciudad perdida. El guía nos dio información sobre el sendero y nos hizo algunas recomendaciones.
Continuamos caminando, aun no habíamos empezado a subir, pero la belleza del panorama era un abrebocas de lo que estaba por venir más adelante. Tras 20 minutos de marcha sucedió un cambio abrupto, ya no había sombra, el camino plano de tierra húmeda paso a ser una pendiente de polvo blanco. El sol era fuerte, en ese momento me fue de gran utilidad la gorra que esa mañana había recibido como suvenir en la agencia Guías y Baquianos Tour que fue el operador con quien decidí realizar el tour. Llegamos a un mirador donde paramos a descansar y nos dieron una porción de sandía. La panorámica era maravillosa, hacia una hora estábamos caminando por un camino árido y polvoriento, ahora estábamos contemplando montañas color verde esmeralda con el contraste de fondo de las cumbres cubiertas por las nubes grises, no hay descripción que le haga justicia a tal espectáculo de la naturaleza, debe apreciarse con sus propios ojos.
Después de varias horas de caminata subiendo y bajando, comenzó un descenso leve que nos llevó al primer campamento que está ubicado al otro lado de un puente colgante a la orilla de un riachuelo. El guía nos orientó hacia una pequeña cascada que caía en una piscina natural a la que solo se puede bajar saltando de una roca. Para el momento que volvimos al campamento ya estaba lista la cena.
La jornada del segundo día comenzó muy temprano, a las 5.00 am, dispusimos de media hora para asearnos y organizar nuevamente la mochila. A las 5.30 estábamos desayunando y a las seis iniciamos la caminata. A medida que subía contemplaba como los primeros rayos del sol iluminaban el valle. Luego de una hora alcanzamos el punto donde recibimos fruta y nos rehidratamos antes de continuar la marcha, en ese lugar confluyen los que van y los que regresan ya en su último día con dirección a Santa Marta. Siendo casi las 10 de la mañana nos adentramos en territorio administrado por las comunidades indígenas kogui y wiwa. Pasamos por un poblado indígena llamado "Mutanzhi" que a un costado tenía un plantío de matas de coca y un centro de salud, a nuestro paso salieron unos cuantos niños kogui que repetían persistentemente la palabra ¡Dulce, dulce dulce!- con la esperanza de recibir alguno.
Una hora después, llegamos al segundo campamento conocido como "Mumake", en el cual haríamos nuestra parada para almorzar. Está situado a la orilla del rio Buritaca, al que fuimos a refrescarnos después de la ardua caminata matinal. El agua era bastante clara y fría, algo apenas lógico considerando que sus aguas vienen de los páramos de la sierra.
Después de haber almorzado y departido con los compañeros de travesía, nos aprestamos a continuar la jornada. Salimos con dirección a paraíso que es el último campamento en la ruta. Este tramo del sendero es en mi opinión el más exigente para quien hace el tour por primera vez. Tras cruzar un puente colgante sobre el rio Buritaca, inicia una cuesta empinada que toma en promedio una hora para llegar al plano. Nos alejábamos cada vez más de la "Civilización" y nos adentrábamos en la naturaleza exuberante y los sonidos de la sierra.
Bien entrada la tarde y después de haber hecho la parada de rehidratación, tomamos el sendero que nos lleva a paraíso. Justo antes de llegar al campamento volvimos a cruzarnos con el rio Buritaca, que en esta ocasión atravesamos a pie, el agua nos daba por las rodillas.
Luego de unos 20 minutos de haber cruzado el rio llegamos al campamento paraíso, estábamos a tan solo una hora de ciudad perdida!!!
Como ya eran casi las 5 de la tarde y pronto oscurecería, pasamos nuestra segunda noche allí a los 800 metros sobre el nivel del mar. La atmosfera a esta altura de la travesía era de camaradería, todos se reunieron a jugar carta a la luz de las velas, pues allí no hay suministro de energía eléctrica. A medida que avanzaba la noche bajaba la temperatura, esa noche lluviosa alcanzamos a experimentar los 17ºC, la ropa que había colgado para que se secara amaneció más empapada por el rocío de la madrugada.
La salida muy temprano como el día anterior, aún oscuro tuve que hacer uso de mi linterna para llegar al baño. Desayunamos, ya comenzaba a despuntar el alba; fue entonces cuando nos encaminamos a recorrer la última etapa. Cruzamos el rio Buritaca una vez más, en la otra orilla entre la jungla emergían imponentes 1.200 escalones que parecen ascender al cielo, hechos en piedra de forma admirable por mantenerse firmes ante el paso de más de mil años.
Cuando la escalera parecía no tener fin apareció una terraza a la vuelta de una curva, es del estilo de las que se ven en las fotos publicitarias de ciudad perdida tengo que haber llegado pensé. En efecto, tras la terraza había una gran planada, estaba en la entrada de la gran urbe de los Tayrona.
Para el momento en que alcanzamos el centro de la ciudad, comenzaban a salir primeros rayos del sol. Seránkua nos daba la bienvenida enseñoreándose sobre Teyuna, que hermoso espectáculo que solo aquel que esté ahí puede apreciar.
Al estar en Ciudad Perdida, sentí un aire puro y de tranquilidad, percibí claramente que fue y es un lugar sagrado para las culturas indígenas que habitan en la zona, esa sensación de tranquilidad no la puedo describir con palabras, pero lo único que puedo expresar es que valió la pena la espera y el esfuerzo para llegar a este lugar, sin duda alguna que gran experiencia!!
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